A veces uno a veces mil
Hasta donde me alcanza la memoria, me veo rodeado de revistas y libros ilustrados. A pesar de que las mentes bien pensantes de la época lo consideraban como un subproducto que alejaba de forma definitiva e irremediable de la lectura seria y sesuda a quienes disfrutábamos con ella, tuve la suerte de que ésta no fuera la opinión de mis padres, por lo que crecí leyendo tebeos que era como se llamaba genéricamente a toda las narraciones secuenciales durante los años cincuenta y sesenta, derivando su nombre de la revista TBO.
Durante mi infancia y adolecencia disfruté con las lectura de revistas como Pumby, Pulgarcito, Mortadelo, Gaceta Junior, La Trinca e incluso Hazañas Bélicas, pero a pesar de los predicciones de mis maestros, también con las novelas de Julio Verne, Stevenson, Salgari…
Llegaron los setenta, y descubrí que en Francia y en Italia también se hacían tebeos para adultos, y no en el sentido que damos al llamado “cine para adultos” sino que nos contaba historias más profundas y ricas, tanto en su parte gráfica como en sus guiones.Y seguí disfrutando.
A pesar de que desde la cultura “seria” se consideraba que todo esto no eran más que divertimentos, el nombre de tebeo era una etiqueta muy asociada a las publicaciones infantiles, y con la llegada de historias para un público adulto, tanto desde Barcelona, Madrid y su movida, como sobre todo del Estado francés; se fue generalizando el uso de la palabra norteamericana comic.
El boom del cómic explotó en los años ochenta conviviendo en los quioscos decenas de publicaciones tanto infantiles como juveniles, o para adultos. Entre nosotros es en estos años cuando se adopta de forma genérica el término de komikia.
Las aguas vuelven a su cauce durante los años noventa y a pesar de la variedad de productos, en general se sigue considerando como un vehículo cultural de minorías.
Lo gracioso es que en los Estados Unidos, tenían el mismo problema semántico, y el nombre comic book (tan “in” entre nosotros) estaba unido a lo que hasta ahora y con honrosas pero pocas y minoritarias excepciones ha sido su industria gráfica: historias para niños, cómicas y sobre todo de superhéroes (desde Tarzán hasta el Capitán América pasando por el resto de insufribles engendros como Hulk, Batman, Spiderman, Superman…).
Algunos dibujantes y guionistas norteamericanos descubren lo que en Europa ya se conocía desde hace décadas, que la narrativa secuencial, lo mismo que el cine o la literatura es un vehículo para trasmitir historias e ideas. Y se sacan de la chistera el poco afortunado nombre de “graphic novel” (novela gráfica), un término que se aplica a los comic-book que reúnen las siguientes características: formato e impresión de lujo, habitualmente con tapa dura, un único autor o grupo de ellos, generalmente de prestigio, pretensiones literarias y de calidad, una única historia destinada a un público maduro o adulto, y un tamaño más reducido y asimilable a un libro convencional.
Y aquí es donde nos encontramos ahora, con un producto que tiene las bendiciones de algunos de aquellos profesores y bien pensantes que antes los menospreciaban y que ha conseguido entrar en la red comercial general (librerías) donde la presencia del cómic antes era testimonial. Lo cual no esta mal.
Pero a mí me resulta díficil disfrutar de una película bajada de internet y vista, pixelada, en la pantalla de un ordenador, o con una canción en MP3 escuchada en un teléfono móvil, por lo que la mayoría de estas novelas gráficas de tan reducidas dimensiones, no me permiten disfrutar como lo hacía con los antiguos álbumes de esa parte tan importante del comic que son sus dibujos.
Y lo que tiene nombre existe
Tampoco me parece que el nombre de novela gráfica que se va extendiendo por todas las lenguas sea el más apropiado para definir al que en algún tiempo se consideró el noveno arte, por lo que en un intento de abrir debate sobre el mismo, aporto un pequeño viaje por la denominación del cómic en en otras lenguas. El nombre historieta se aplica en Argentina, Cuba, Estado español, México, Venezuela o Perú, aunque en castellano existen otras formas locales de denominarla: tebeo (Estado español), monitos (México y Chile), muñequitos (Cuba), comiquitas (Venezuela), etcétera. La palabra historieta recibe diferentes nombre en otros idiomas: en inglés además de comics se usa funnies para las tiras de prensa y cartoon para la caricatura. Este último nombre proviene del italiano cartone que significa cartón, aunque en Italia el cómic se denomina fumetto/i en referencia al nombre del globo o bocadillo. Obviamente, los cómics no tiene porque ser cómicos y, por este motivo, los franceses usan el término Bande Dessinée (tira dibujada) o B.D. El portugués tradujo el nombre francés para usar Banda Desenhada, mientras que en Brasil le denominan História em quadrinhos (historia en cuadraditos). Este es, desde el punto de vista semántico, el mejor término junto con el chino Lianhuanhua (imágenes encadenadas). Existen otras formas más o menos conocidas, manhua (cantonés de Hong-Kong) manhwa (Corea) y manga (Japón). También aparece desde el movimiento contracultural el término comix (o cómix en castellano), primero en inglés y pasando después a otras lenguas, que suele utilizarse para obras y publicaciones de temática o estilo «underground».
Mientras espero que esta vez la definición del término en euskera vaya por otros derroteros, sigo disfrutando tanto de mis viejos álbumes de Tintin, como de los de Tardi o de las increíbles y de tamaño más reducido desventuras de A peor banda do Mundo.
[Publicado en la revista Txalaparta Hitzak & ideiak 33. 2006ko negua]