Al montar el libro de Joseba Sarrionandia Akordatzen, mi memoria también ha viajado a los paisajes de la infancia.

Si a esto unimos la proximidad  y el estrés de la Feria de Durango, el destino es claro, el pórtico de la iglesia de Andra Mari, donde acudía, con pantalón largo (que ya estábamos en invierno) a las primeras ediciones de la “Feria del libro y disco vascos”.

Allí encontrábamos mucho libro en castellano sobre tema vasco, y pocos libros en euskera sobre cualquier tema. Pero aquellos tiempos no daban para más, ya que estábamos a comienzos de los sesenta.

Hoy, treinta y muchos años después, las cosas han cambiado, la mayoría de los libros que encontramos allí, están escritos en la lengua de Aitor, y podemos hablar con nuestros hijos en el euskera que nos prohibían hablar con nuestros padres.

Cualquiera diría que nuestros sueños infantiles se han hecho realidad. Pero en cuanto salimos de la isla de la “Durangoko Azoka”, nos encontramos con la cruda realidad. A escasos cincuenta kilómetros hacia el oeste hay otra feria, la que nos da a conocer fuera de nuestras fronteras (incluso dentro), y que cuenta entre sus socios con los Ayuntamientos de la zona, la Diputación de Bizkaia… etc. Y que en un alarde de, en el mejor de los casos, aldeanismo, ha sido bautizada como Bilbao Exhibition Centre, únicamente así, en inglés. Y haciendo gala de “modernidad” y según las propias palabras de sus promotores de “diseño” se le llama por sus iniciales, BEC, o mejor aún, con sus iniciales seguidas de exclamaciones B!E!C!

Nos quieren vender la moto de que es la forma de que podamos competir mejor fuera de nuestras fronteras, y que actualmente los recintos feriales se llaman así. Pero quitando los países de habla inglesa o los que utilizan alfabetos no latinos (japonés, chino etc.), el resto de los que nos rodean llaman a sus ferias en su idioma propio (feria, fira, messe…), sin ningún complejo de inferioridad.

A esto tenemos que unir, que algún comercio de nuestro entorno, apellida a sus tiendas como center o city, con la disculpa de su expansión allende nuestras fronteras.

Encima, todas estas negaciones de nuestra propia identidad se nos venden como de “diseño”, como si el verdadero diseño no fuera todo lo contrario, crear, o mejor dicho, comunicar nuestra imágen, lo que somos, de una forma cercana, comprensible por nosotros mismos, para que así nos vean desde fuera.

Lo curioso es que algunas de las instituciones públicas que son socias, y por lo tanto partícipes de estas decisiones, como el Ayuntamiento de Bilbao, han encargado a un diseñador madrileño de prestigio, y por lo tanto bien cotizado, la realización de una tipografía para la señalización urbana de la villa. El resultado es el que acompaña a este artículo, y que resulta arcaico y no utilizable para el fin que había sido creado. Y otra vez nos lo vuelven a vender como de “diseño”, cuando un buen trabajo en este campo es el que nos soluciona el problema que planteamos.

Dos caras de una misma moneda, que espero que cuando dentro de algunos años ponga a mi memoria de viaje por el tiempo hayamos sido capaces de solucionar, y expongamos nuestra imagen real al exterior (y por supuesto al interior) en nuestro idioma y con nuestros propios signos, aunque para ello utilicemos las cosmopolitas Helvética, Times o Verdana.

 [Publicado en la revista Txalaparta Hitzak & ideiak 25. 2004ko udazkena]

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