Confusión.
Normalmente, a estas alturas del calendario, no me suelo acordar del sarampión de los concursos de carteles que nos azota todos los veranos. Pero este año, posiblemente por esta continua, inusual e interminable sucesión de veranillos que nos acompaña, me preocupa ver que eventos culturales de gran magnitud entre nosotros usan otra modalidad para solucionar su comunicación gráfica. Tirando por elevación y pasándose al extremo contrario, contratan a artistas plásticos para que sean ellos los encargados de la realización de sus carteles.
ESTEBAN MONTORIO URIBARREN
Me dedico al diseño gráfico, a la comunicación visual, vivo en Bilbao y disfruto con mi trabajo.
«El actor no es el cartel, sino el evento para el que este ha sido creado.»
El diseño, por muy bien que esté realizado, no es una actividad artística ni una performance. Un buen cartel no necesita que su autor nos lo explique y desmenuce su proceso creativo, todo lo contrario, es el cartel el que debe de explicarnos, desde su soledad en el muro o la farola de la que cuelga, y de forma muy clara, el acto que anuncia. El actor no es él sino el evento para el que ha sido creado. Yo no entendería que, por muy buena que fuera la portada de un libro o famoso su diseñador, convocáramos una rueda de prensa para la presentación, no del libro y su autor, sino de su cubierta.
El diseño es una parcela más de nuestra cultura, y así se debería de entender entre nosotros como lo hacen en otros muchos países. La comunicación gráfica es una disciplina compleja que va bastante más allá de un cartel más o menos bonito. Valdría como ejemplo la expléndida campaña de Bruce Mau Designs sobre Canadá:
Pero todo ello es algo difícil de defender en un país en el que proliferan los concursos y el trabajo especulativo, donde el diseño se considera algo prescindible y donde hasta un alcalde que ha llegado a senador declaraba públicamente hace pocos años que «el mejor cartel es el no impreso».
Qué cansado es, no solo hacer nuestro trabajo de la mejor manera posible, sino vernos obligados a defender y definir nuestro oficio continuamente, cosa que una abogada, un funcionario o un charcutero no tienen que hacer.
Se acaban de repartir las Páginas Amarillas, y al ojearlas se han confirmado mis sospechas de que los diseñadores somos una especie en vías de desaparición. Ya no existe el epígrafe «diseño». Desconozco las razones de su supresión, crisis, falta de trabajo, ninguneo… pero es un signo más de por dónde soplan los vientos.
Publicado en la revista Gure Liburuak 44
2014ko negua
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